martes

ya viene la página web www.jaimeespinal.com

Este blog no se ha actualizado porque la página web www.jaimeespinal.com está en construcción. Allí estará toda la información, los eventos, los textos literarios, fragmentos de novela, y un foro para participar y escribir lo que se antoje.

miércoles

Open the window… Crónica


Open the window…
Crónica de un viaje
sentado en una silla
sin ir a ningún lado

“Algunos ya lo saben, otros no”
Albert Einstein

(Aún no está confirmado, pero se presume que éstas fueron las palabras de Einstein
cuando un amigo le preguntó que si ya le había contado a los otros amigos del barrio
que ya había perdido la virginidad)

Comentario al margen: Otros dicen que murió virgen.
En ese caso, esta cita, con seguridad, no sería suya.N. del T.


La misma frase del ingenioso y célebre expositor de la teoría de la relatividad (cuya principal aplicación se da cuando a uno se lo gozan los amigos por cuadrarse con una nena muy fea: “Ey, no, no es tan fea, es que la belleza es relativa”)… en fin, la misma frase, sirve para encabezar esta crónica que revelará los detalles del día en que la ventana se abrió y Espinal salió volando. Con esta edición especial para los antiguos y nuevos suscriptores de las Crónicas Argentinas, se da inicio al año literario de 2006.

Así que (apelando a Einstein) algunos ya lo saben, otros no:

riiiiiiiiiiiiiiiiinnng, riiiiiiiiiiiiiiiiinnng, riiiiiiiiiiiiiiiiinnng, es el segundo peor sonido que puede haber cuando uno está durmiendo (el primero es la alarma, obvio). Es un martes, son las 10 de la mañana, y a Espinal lo despierta Mariela, la empleada doméstica, diciéndole “joven Jaime, lo solicitan al teléfono”…
[Tengo que confesar que siempre que Mariela me llama joven Jaime,
me siento como el señorito burgués de una novela inglesa]
… Entonces Espinal saca el brazo de debajo de la cobija, alarga la mano, agarra el phone y dice aló
—¿Hablo con el señor Jaime Espinal? —nótese que acabo de pasar de señorito a señor
—Ajá —respondo con la ronquera propia del que acaban de despertar
—Mirá, teestamosllamandodelaCámaradeComercio,estevierneseslapremiacióndelconcursoylaruedadeprensa —parecía una grabación
—Stop, Rewind, Play otra vez —pedí
—Es de la Cámara de Comercio, este viernes, a las 9 am, es la premiación del concurso y la rueda de prensa. Estamos llamando a un grupo aleatorio de participantes para que hagan presencia durante la premiación. ¿Puede ir?
—Esto… eeehhhh… ¿el viernes?, ¿a las 9?... pues… sí, claro, de una.
—Okmuchasgraciashastaluegoquetengafelizdía
—Ajá —medio dije, y volví a dormir.

Ese viernes me levanté a las 5 y 30 de la mañana para esperar el buque en llegaba el señor obispo… No, eso es Crónica de una muerte anunciada, ésta es otra crónica, así que me levanté a las 5 (más temprano que Santiago Nasar) para llevar a mi hermanita al aeropuerto, y a las 9 caí a la Cámara. Solo. Solito. Mis papás y mi novia pensaban que yo iba para la Cámara a una reunión de la oficina, y el resto del mundo se imaginaba que, como es natural, estaría durmiendo.

Son las 9 de la mañana y Jaime Espinal está sentado en el 7º piso de la Cámara de Comercio. No hay nadie más, sólo otro man de pelo largo y cola de caballo.

Son las 9.30 de la mañana y Espinal está sentado en el 7º piso de la Cámara de Comercio. No hay nadie más. Espinal y Javier Saldarriaga (el man de la cola de caballo) hablan:
—¿Qué estás esperando? —dice el man de la cola de caballo
—El fallo de novela, ¿y vos? —responde y pregunta Espinal
—El de cuento
—Ah, pues suerte
—Gracias, suerte vos también
—Sí
—…

Son las 9.45 de la mañana y empieza a llegar gente: prensa, jurados, empleados de la Cámara de Comercio, y una vieja que cuando le preguntaron dijo que era escritora.
—Mierda —decimos J & J al mismo tiempo. Esto tumba el sweet pensamiento de que si estamos nomás los dos será porque nos lo ganamos.

Son las 10 de la mañana y una señora se acerca a nosotros y pregunta que ustedes quiénes son
—Jaime Espinal y Javier Saldarriaga
—Ah bueno, de todos modos gracias por venir —se voltea y se va.
—Mierda —pensamos J & J otra vez, gracias por nada.

Son las 10.10 de la mañana, ya pueden pasar a la rueda de prensa, dice alguien, y los J nos miramos, nos paramos, entramos a la sala y nos sentamos en la punta de una mesa larguísima.

Primero hay una presentación en Power Point sobre las 6 versiones anteriores de este concurso, con sus respectivos ganadores, respectivos jurados y respectivos premios.
Luego hay una disertación de todos los jurados, y cada uno dice qué le gustó, qué no le gustó, cómo le parece que anda la literatura colombiana… y uno sufriendo. ¡Claro!, porque si uno está sentado con otros 40 patos que están en las mismas que uno, esperando el fallo, uno se relaja, se quita los zapatos, espera a que digan el nombre de cualquier otro güevón, y sale y se va para la casa pensando que quién sabe si sí escribirá tan bien esa “cara de Sabelotodo Jaramillo”, o ese “cara de Nadie Pérez”, o el que sea que se haya ganado esa vaina… pero el caso es que uno está tranquilo. En cambio, si uno está sentado a la mesa con un montón de periodistas, con los heads de la Cámara de Comercio, y con los jurados y ya, la vuelta se complica y la tensión se vuelve desesperante, abrumadora, insoportable… y con una alta dosis de emoción.

Después de todos los preámbulos protocolarios (fascinantes por cierto, y que le suben a la ceremonia la expectativa con cada minuto que pasa), procede el jurado a leer el fallo de novela:
«… Entre 200 novelas que participaron en este concurso… etc., etc., etc., … escritores colombianos que enviaron novelas desde Estados Unidos, Canadá, Venezuela, Ecuador, México y todos los rincones de Colombia… etc., etc., etc., … se destacan el estilo, nuevo, que evoluciona las formas tradicionales de la novela; el carácter experimental, y el humor, gran ausente en la novela colombiana… etc., etc., etc.», y más etcéteras y etcéteras que me tenían en un límite de adrenalina más bravo que cuando mi exnovia me pilló en… que cuando mi exnovia me pilló. Punto.

A estas alturas nos habían servido, a todos, un croissant y una copa de café con helado. Todos se la estaban ya acabando, y yo ni siquiera la había tocado. Yo sólo miraba a los que hablaban, apoyado en la mesa con los dos codos y temblando. No figurativamente, no es una forma de decir, no es una metáfora ni una manera literaria de describir el momento… ni mierda. Es tal cual: temblando.

Al fin, el hombre lee: “… Y el jurado ha decidido otorgar el PREMIO NACIONAL DE NOVELA CÁMARA DE COMERCIO, a la novela Open The Window Para Que La Mosca Fly, del escritor Jaime Espinal.

—MIERDA —otra vez me tocó decir mierda—. No puede ser.
Me tiré de espaldas en la silla y no pude pensar más. Sólo sentir revolcarse todo adentro. El escritor de cola de caballo me abrazó y después que unas palabras, que le pasen el micrófono, que cuántos libros ha escrito, que cuántos años tiene, que diga algo ¡Y yo qué coño iba a decir! ¿Qué agradezco a mis patrocinadores, que gracias a Dios se nos dieron las cosas, que el profe me tuvo la confianza y por ahí aprovechamos los errores del rival, o que yo pienso de que lo que es pa’ uno es pa’ uno y si no es que no le convenía???
Al fin, creo que no dije ni mierda, o algún par de incoherencias, porque El Colombiano al otro día sacó “… a pesar de la cantidad de palabras que se necesitan para escribir una novela, Espinal se quedó sin palabras cuando recibió el premio”.

Después sí me comí el croissant y repetí café, fui por cerveza, le conté a mi novia en el bar, le conté a mis papás en el almuerzo, le conté a mi hermanita por teléfono, e hice una farra en mi casa que todavía dura.

Algunos ya lo saben, otros no. Para algunos, y para otros, que de alguna u otra manera han estado y están presentes, esta edición especial.

Jaime Espinal
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